domingo, marzo 14, 2004

Este es un ejercicio que hicimos apenas en el taller, con Raquel, la neta está muy divertido esto del binomio fantástico, aunque muchos en el taller se rompían la cabeza para inventarse una historia merecedora de Pulitzer. Yo escribí una historia sin pretensiones, como todo lo mío, ahí les va, a ver cómo les suena.

Mudanza sin Foco

Fue un quince de marzo y hacía un calor que si fuéramos de cera estaríamos revueltos y despanzurrados en el suelo. María y yo nos mudábamos. Desde que comenzamos a pensar en vivir juntos los sueños de casas grandes y zonas residenciales bombardearon nuestras cabezas. Yo le decía que terminando la carrera lueguito lueguito encontraba chamba y como en seis meses salía para el enganche de una casota con garage y todo. María movía sus ojitos negros hacia arriba, pensando en su casa, como si en el cielo dibujara con las nubes el plano.

Y así acabamos en un departamento en Legaria. Una casita de unicel, de esas del infonachic donde solo cabe una mesa, una cama, una estufa y la tele. Odiábamos ese lugar; la ventana amplia y de vidrios cuarteados no daba a otro lado más que al patio del edificio. El techo tenía manchas de humedad y María solía acostarsre en la cama a interpretarlas.

Pero al fin nos íbamos de esa sucia caja. La famosísima y legendaria colonia Narvarte nos esperaba con una casita de dos pisos, color rosa, ventanas pequeñas y coloniales. María desbordaba emoción, yo desbordaba sudor: “que mete los libros en las cajas, que los floreros envueltos en periódico, baja las sillas sin que se maltraten, fíjate que no se nos olvide nada”. Por fin quedó todo en cajas de huevo ordenadas y amarraditas con mecate. El camión de mudanza llegó tres horas tarde, pero no nos importó, nos dio tiempo de revisar cada rinconcito de la caja en legaria. Parecía todo listo, salimos a las seis de la tarde y llegamos a las siete con veinte allá.

Todo bien, nos entregaron los papeles de la casa; yo ni los revisé, solo le dije a María que los pusiera en un fólder abajo del colchón. Ella extrañaba las manchas del techo, “Ya, te pinto unas”, le dije mientras veía el jardín en el que planeaba pasar tantas tardes con ella, mi María.

Comenzamos a poner las cosas en su lugar, sacar los floreros del periódico, desenvolver figuritas decapitadas que no habían resistido el viaje hasta aquí y tirarlas a la basura. Pusimos – perdón, puse- cortijeros, barrí el piso, conectamos la tele y vimos una telenovela. El sol empezaba a tirarse de panza en las banquetas y la noche se colgaba de las nubes.

— ¡Prende la luz María
— ¡Voy.............. No prende!
— ¿Cómo que no prende – le dije medio enojado – será el fusible?
— No, si no no se vería la tele
— Los cables, el interruptor
— ¡Ay pues yo qué sé!
— María, ¿y el foco?

1 comentario:

Anónimo dijo...

HERMANO,COMO EXTRAÑO LEER TUS CUENTOS, PERO AQUI EN ESE PEQUEÑO ESPACIO VIRTUAL QUE CREASTE HACE TIEMPO , TENGO UN PEDACITO DE TI, DE ESA ESCENCIA Q´SOLO TU POSEES PARA HACERME REIR O AUN MAS DIFICIL GENERAR UN NUDO EN MI GARGANTA Y ASI PODER LEERTE CUANTAS VECES SEA NECESARIO PARA PODER ESTAR CERCA DE TI .

DECIRTE QUE TE ADORO ESTA DE MAS.

SOLO PUEDO DECIR, A QUE MARIA ESTA!!!...JAJAJA