miércoles, octubre 25, 2006

Las Siempre fieles Crónicas del Microbús!!!

Pa´todos aquellos que extrañaban terriblemente a los changos, y en respuesta a la lluvia de correos electrónicos exigiendo su ración de micos, ahí les va este capitulín bastante cotorro, a mi me divierte cada que lo leo (sí, yo lo escribí y lo leo varias veces y sí, me río de mis cuentos, ¿¿y??). Los changos agradecen sus correos, sus felicitaciones y les mandan un abrazo y la vibra más positiva y verde.

Capítulo X
Un mundo raro

Hoy viajo sólo con mi cochina conciencia. Todos mis cuates andan en la chamba, en sus jaulas o en la escuela. Yo estoy aquí, después de terminarme un gallito con un bonche de hambre y acalorado con todos los changos en el micro. No hay nada qué hacer; en la calle el tráfico está medio ponk: arriba el pinche solesote no deja de reírse viéndonos sudar como cochinos y los changos están brincoteando pa´ cá y pa´ llá, buscando una sombrita. De repente empieza a sonar una musiquita en la pesera: era un teléfono. Y es que desde hace poquito se puso muy de gruvy que todo el mundo traiga celulares, ¿no?, y la neta debe haber uno que otro que lo traiga nomás por farol, ni que les hablaran a todos, pinches fresas, de esos que no conocen a nadie y nadie tiene su teléfono; de esos que le ponen alarma para que suene en la calle y todos piensen que es un poquito social el monigote ese.

Total, que un ruco adelante saca su celuléfono, con lucecita como de antrucho y todo. Esos teléfonos nuevos que ya cuando te llaman en lugar de un “Riiiiiiing!!” suena un concierto onplog con todo y aplausos. El ruco contesta y todo el mundo de chismoso –me incluyo en éste mundo- escuchando lo que decía.
Después de unos veinte segundos un chango en la cabeza se cae de su ramita y se empieza a reír como pinche loco pacheco.

-Ora tú, ¿qué te pasa?- le pregunto
-Pus así como lo viste hace rato colgado escondiéndose del calor, ora está ahí tirado botado de la risa- respondió otro chango contagiado por su risa
-¡Pus qué te da tanta risa!-le dije
-Pos imagínate mi Yoni, ¿qué loco sería que en vez de tener celulares fueran cuetes, bombas pues, no? Y que la musiquita fuera el detonador. Estaría bieeeen lo-co-chón.

“Che chango loco”, pensé, pero luego me entró curiosidad su idea. Chéquense, orita vamos en la pesera, todos bien tranquilitos a Chapultepunk y de repente suena esa madre y Buuum!, todos a la goma. O en un baño, entra un güey a disipar sus dudas, todo apurado y suena su aparatito y ¡mocos!, adiós baño con todo y macarrones. Claro que habría de bombas a bombas ¿no? Así como las marcas y el tamaño de los telefonéfonos. Unas bombas chiquititas que caben en cualquier rinconcito del pantalón. Bombas grandotas como radios que volarían una manzana enterita. Explosivos de esos que cuando te vibra algo en la cintura sabes que ya te cargó el payaso. En la calle, caminas junto a una chavita que se nota que le compran todo y trae su bombita colgada en el cuello, toda de colores y con su correita muy nais; empieza a sonar la nueva rola de Britni Spirs y cuando dice “guib mi beibi guan mor taim” ¡huevos!, vuela la chavita por los aires y tú sales volando todo embarrado de mole. Yo creo por eso en los bancos no puedes usar celular, pensaron eso antes que el chango y se protegen. Pinches changos, me cae que son más listos que pachecos. Si no, estás en la fila cobrando el chequecito de un bisne que te salió bien chido, y cuando la cajera te hace esa sonrisita de “ya me cansé, pero pues pásale indio, a ver tú qué quieres”, suena el teléfono de un güey que lleva más varo y ¡madres!, vuela el banco con todo y tu lana.

Imagínense, metro balderas, como las dos de la tarde – ustedes saben, vacío como las iglesias- tan apretujados que las sardinas con todo y lata se reirían de nosotros, suenan dos teléfonos al mismo tiempo, ni tiempo te da de saltar por la ventana aunque te rompas mil huesos. Chango loco, no cabe duda que el calor atonta a la gente, y a los simios, ya me voy a bajar. Miro de nuevo al ruco, termina de hablar y guarda su bomba en la bolsa.

Otra vez suena una de esas cosas, éste es un timbre sencillo, como de puerta, lo escucho muy cerca, miro alrededor y nadie se mueve, como si no fuera de alguien el ruido ese. Yo si aprieto, qué tal si es una bomba de a devis, no la hagas Suena más fuerte, luego una risa, tons aprieto la boca y me tapo las orejas con miedo mientras miro a un chango sacando su celuléfono.

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