Uno más (pretendiéndose Oliveira) (como casi todos los que leímos eso y venimos a esto)

Hola a todos. Quienes me escriben al correo, al mensajero, al skype y a todas esas ondas que nos esclavizan virtualmente pero nos hacen tan cercanos uno del otro. Gracias por sus buenos deseos, por sus intenciones de que haga fiesta diario y desenfrenada (¡estás en París!). Viene una de esas verdades que se ocultan tras el clásico "sí, hermano, fiesta todos los días, y gente de toda Europa y bien chido": París es dura. La ciudad; no es insegura, no es particularmente racista, no es cara que no puedas comer decente o morir de hambre. Pero tiene ese no sé qué en sus calles, en su gente, en su alma de ciudad. Es eso, la ciudad tiene vida propia más viva que en otros lados: engulle en el metro a quienes la recorren, los zangolotea, les pone la cara gris, casi molesta. Los subyuga con una lluvia ocasional, con un Sol y viento caprichosos. Los pone en este ritmo de megápolis sin la candela de tanta gente reunida. Les deja esa cara que nos es tan extraña a nosotros (los latinos, sí, para completar el lugarcomún) que no es enfadada ni triste, pero tampoco sonríe.

Y uno viene acá, con su Rayuela bajo el brazo, buscando el club y a la Maga, y a un Ossip con quien partirse la cara y hablar tan incomprensible como se pueda. Te va bien si caminas y te echas un kebab, y platicas con un artesano de Costa de Marfil cuyo nombre significa "fuerte" y te dice, de la manera más simple y sublime que hayas oído, que lo único que quiere es Descubrir el mundo. ¡Descubrir, carajo! Qué puro, qué demasiado! No viajar por el mundo, no conocerse todo el globo, no llenar su pasaporte de sellos y su casa de fotografías aburridísimas. Descubrir, terminar lo que Marco Polo y Colón comenzaron. Descubri el mundo. Me arrebató la noche con sus palabras y su sonrisa, Gla. Tirados en la banqueta de Saint Michel. Dejo la segunda entrega de video. Un abrazo cálido. Vibra