lunes, noviembre 13, 2006

Caray, que si nos ha ido bien este año. Primero me publican un cuento en un libro y ahora, no puedo estar más contento, un ensayo mío ganó el tercer lugar en el concurso de ensayo Los Jóvenes y la Política, convocado por la revista Proceso y Editorial B. Aunque no lo publicaron en la revista, sí lo hicieron en su página de internet http://proceso.com.mx , en reporte especial, el vínculo directo es http://proceso.com.mx/revistaint.html?arv=139609&sec=3 . Espero les guste. De cualquier manera, los changos y yo les publicamos por acá el ensayo en cuestión. Gracias, por esta vibra tan positiva, salud!


De la Política Envolvente
Por José Antonio Sánchez Cetina

Imagine que está parado junto a mí; esto es solo un ejercicio de imaginación, pierda cuidado. Piense que se encuentra de pie en el pasillo de la universidad. No es necesario que invierta tiempo en dibujar mi persona o los contornos del pasillo; realmente eso no es tan importante. Lo que sí es importante son los vidrios que dan hacia la vieja avenida del Paseo de la Reforma. Acerquémonos al ventanal, si encuentra usted una banca siéntese y si lo prefiere tómese un café; el punto es que esté sentado lo más cerca del vidrio y pueda ver en toda su extensión, desde el piso cuarto, la calle en cuestión. Ahí está, y como hace un buen día podemos apreciar sus colores y la vegetación, que se ha dado muy bien por aquí. Por los carriles centrales los automóviles avanzan con relativa calma y en orden. Más próximo a nosotros, la vía lateral tiene una afluencia menor de vehículos y velocidad. Puede ver personas caminando por los largos camellones color claro, otras más que se sientan en las bancas de concreto a hablar, a esperar. Todo se ve muy bien, estoy de acuerdo con usted. Y ya que estamos metidos en el ejercicio me pregunta usted con cierta ironía “¿pero cómo se debe haber visto la avenida hace dos meses?” Entonces comenzamos con el juego de la memoria, porque, sepa usted que yo he estado aquí desde hace dos meses, incluso más, mirando en el mismo lugar donde usted está sentado lo que sucede. Ahora que lo sabe me atrevo a adentrarme más en este ejercicio y platicarle, sin la más mínima intención de levantar controversia, o elevar un discurso radical, mucho menos de conseguir adeptos para alguna corriente política, lo que en este periodo ocurrió. Simplemente le contaré, por el gusto de tenerlo sentado aquí, frente a este panorama, la percepción de un universitario desde el cuarto piso.

Resulta pues, como bien dice usted, que hace un par de meses se instalaron a lo largo de la avenida varios campamentos apoyando la inconformidad de un candidato – sí, olvidémonos de los nombres, posiciones, colores y garabatos por un momento- y le sorprendería ver la rapidez y sincronía con que se establecieron. Entonces se creó una suerte de caos exacerbado en la ciudad. Caos por el bloqueo vehicular, por los puntos de trabajo cercano, por el turismo, por las opiniones, marchas y por la cantidad y calidad de encuentros culturales que se dieron cita en plena avenida apoyando el movimiento y aprovechando el espacio entonces abierto. Por supuesto que asistí a algunos; ahora que usted lo pregunta, no fui el único que asistió a mirar más de cerca y disfrutar de la cultura en las calles. Recuerdo las funciones de cine extranjero en las tardes (y por extranjero me refiero a todo menos norteamericano), los conciertos y lecturas en voz alta, que se poblaban de asistentes y curiosos. Las quejas, reclamos y sonidos de bocinas de autos se mezclaban con acordes, diálogos en diferentes idiomas y poemas de Benedetti. Más que un caos, yo me referiría a él como un movimiento bien organizado que en las noches se convertía en una suerte de carnaval de cultura en las calles; lleno de música, de algarabía y sobre todo, de protesta.

No es mi intención dibujarle una impronta cultural y nada más, pues estaría completamente equivocado. Ciertamente las calles se aprovecharon como foros culturales bien definidos, pero la resistencia, y lo que implicaba estar ahí de pie manifestando su inconformidad, su presencia activa, era sin duda lo que podía sentirse cuando se caminaba a través de las tiendas de campaña. Yo pude verlo bien, desde sus inicios hasta el día en que murió; desde este cuarto piso y desde el lugar más cercano al escenario de alguna de las expresiones artísticas. Puedo decirle ahora que no fui el único que se percató de todo esto.
La juventud: esa masa informe llena de música insoportable y ausente de todo menos de sí misma, como suelen describirla, es en cierto punto desinteresada y ausente de muchas cosas. Mire usted que, así como me ve, o como me imagina, si es que lo ha hecho, formo parte de esta masa y, aunque no comparto algunas de sus actitudes, me alegra ser parte de este grupo. De este modo se puede vivir y comprobar si aquello de la ausencia es verdad o no, y si lo es, el grado de la misma. Entonces en este ejercicio puedo decirle que, pese a cualquier pensamiento y pronóstico, los jóvenes, o por lo menos los que están a mi alcance, estuvieron presentes en el proceso político – si es que podemos llamarlo así – de hace un puñado de meses.

Fui testigo, no de la inmersión de la juventud en la política y sus revuelos, sino del asedio de la política misma a los estudiantes universitarios. Me refiero a un asedio pacífico, por supuesto, pero no solo ideológico, o mediático, sino físico. De un día para otro amanecimos con un campamento impresionante frente a la escuela. Cuando meses antes yo intentase entablar una conversación con tintes ligeramente políticos y fuese ignorado por todo el mundo; el tiempo mismo les devolvió el desinterés multiplicado por mil en forma de la manifestación explícita de la resistencia. A donde quiera que voltearas, caminaras a donde lo hicieses, había protesta. Política para entrar a clases, para salir de ellas, para ir a la tienda o a fumar un cigarro, política para tomar un café o para asistir al examen. Y si no política, por lo menos la realidad del juego de poder manifestándose en todas partes.

A partir de ese momento no solo fueron bombardeos en los medios llenos de mensajes proselitistas. No fueron solo campañas sucias que uno podía detener con solo apagar el televisor. No eran anuncios espectaculares, ni videos, no eran panfletos ni discursos impresos. Lo que vivimos fue, literalmente, el acercamiento más palpable de lo que ahora se convertirá en historia. Nadie preguntó a los jóvenes si querían verse inmiscuidos en dicho proceso; y justamente creo que fue lo mejor de todo esto.

Si hubiese sido una opción más para elegir, hubiésemos elegido un NO, en mayúsculas. Crecí con la generación de la negativa, de la pereza absoluta por la información. La de las noticias resumidas y masticadas, tergiversadas y tendenciosas hasta el absurdo por televisión. La generación del internet y de correos electrónicos, de teléfonos móviles y conciertos impensables. Esta gente, que puede decidir desde el color de su ropa hasta su identidad virtual, en un intento más por evitar el contacto con un tema que seguramente le hubiese causado fatiga, fácilmente habría rechazado la oferta de ser testigo y parte de la historia moderna del país. Generación evasiva, no más.
Así fue como, sin un aviso, sin una carta o solicitud, fuimos testigos de la resistencia más simbólica de los últimos años. Tan breve como una guerrilla, como un dolor de muelas, como una siesta; un asedio de cultura, de información, de política, de gente que pensaba más de lo que suele pensar la televisión. Los jóvenes fueron parte, aunque fuese muy pequeña – si quiere así pensarlo- del movimiento que se esfumó. No me pregunté ahora de los resultados del mismo, o su conveniencia. Acompáñeme simplemente a una de esas jardineras allá abajo, a dejar una flor, usted elija el color, en agradecimiento a la avenida que, por una vez en la historia, rodeó a la juventud con conciencia

1 comentario:

Rax dijo...

Me encantó el ensayo, me siento muy muy orgullosa de ti. Vendré más seguido de visita.
Por cierto, estoy resucitando mi blog, en nuevo sitio: rax2.blogspot.com
Espero leerte por allá pronto :)